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¿Qué es la integración sensorial?

La integración sensorial es la habilidad del sistema nervioso para organizar y procesar estímulos de diferentes sistemas sensoriales, permitiendo una respuesta adaptativa.

A lo largo del día, nos enfrentamos con una gran variedad de sensaciones (táctiles, auditivas, visuales, vestibulares, propioceptivas, olfativas, gustativas e interoceptivas). La capacidad para manejar esta información depende de un sistema sensorial integrado. Sin embargo, algunos individuos pueden enfrentar dificultades en el manejo de sensaciones, percibiéndolas como confusas, alertantes o abrumadoras, lo que se manifiesta a través de reacciones exageradas, o con conductas de evitación o búsqueda sensorial.
Cuando el procesamiento sensorial es deficiente afecta la emoción y la atención, puede resultar en dificultades de modulación sensorial, lo que impide al niño alcanzar y mantener un nivel óptimo de funcionamiento necesario para adaptarse a los  desafíos de las actividades de la vida cotidiana.

Los 8 sistemas sensoriales

Nuestro cuerpo tiene con ocho sistemas sensoriales que reciben y transmiten información vital al cerebro, tanto desde el interior como desde el exterior del cuerpo.

Cada sensación puede adquirir significados ligeramente diferentes para cada persona, según la interpretación individual que el cerebro hace de la información sensorial. Basándose en diferencias personales, como las interpretaciones individuales de la información sensorial y las asociaciones que creamos con las experiencias sensoriales, el cerebro genera una respuesta específica, ya sea motora o conductual, que es única de cada persona.

Sistema Auditivo

Este sistema procesa e interpreta la información que se escucha. 
Los receptores se sitúan en el oido interno. Este sistema nos permite interpretar la frecuencia, el tono y la ubicación de los sonidos. Así, nos ayuda a comprender el significado de las palabras que oímos, a reaccionar ante sonidos relevantes y a determinar la dirección de la cual proviene el sonido. Por ende, en ocasiones nos alerta sobre cambios en nuestro entorno antes de que nuestros ojos perciban dichos cambios.

Sistema Visual

Este sistema nos facilita la interpretación visual del color, el contraste, la profundidad, el tamaño, la forma y la textura. Por consiguiente, nos ayuda a explorar visualmente nuestro entorno y a identificar lo que buscamos, así como a reconocer rostros y las características de los objetos que nos rodean, incluidas diversas formas, como las letras o los distintos tipos de juguetes.
Nuestro sistema visual desempeña un papel fundamental al determinar nuestra ubicación en el espacio. En esta función, se ve complementado por otros sistemas, como el vestibular, propioceptivo y táctil. Juntos, estos sistemas nos permiten dar sentido al entorno que nos rodea, reaccionar en consecuencia, realizar acciones motoras en respuesta a estímulos visuales (atrapara o patear una pelota ) y comprender las expresiones corporales de los demás. Para procesar información visual abstracta más compleja, como la lectura, escritura, ortografía y cálculos, es fundamental que las habilidades en las áreas fundamentales del sistema visual estén en óptimas condiciones.
Dentro de los desafíos más sutiles, en las que los niños piensan que un cuadrado y un rectángulo se ven iguales, o que una b y una d son idénticas, pueden resultar sumamente frustrantes y generar sentimientos de inseguridad en los niños.

Sistema Gustativo

Los receptores se ubican en la lengua y se llaman papilas gustativas. Este sistema nos permite distinguir entre distintos sabores, permitiéndonos identificar si algo tiene un sabor amargo o dulce.
Sistema Olfativo
El sentido del olfato es uno de los primeros sistemas sensoriales que se desarrolla. La información percibida a través de los olores puede impactar rápidamente las emociones y evocar recuerdos de experiencias emocionales pasadas. El olfato es crucial no solo para disfrutar de la comida y detectar peligros inminentes, como el olor a quemado, sino también para poder alimentarse. Algunos niños presentan sensibilidades tan intensas que les impide cenar con sus familias, acompañar a sus amigos a tiendas que tengan un olor que consideren desagradable, o disfrutar de comidas en restaurantes.

Sistema táctil

El sentido del tacto interpreta la información sensorial recolectada de la piel. Es el sistema sensorial más extenso de nuestro cuerpo y desempeña una función significativa en nuestro comportamiento. Las sensaciones táctiles son de las primeras experiencias sensoriales que percibe un bebé. Diversos tipos de receptores sensoriales de la piel captan información sobre el contacto, la presión, la textura, la temperatura, el frío y el dolor.
Gracias a este sistema podemos diferenciar las características táctiles de un objeto, por lo que nos avisa si algo está demasiado frío para tomarlo, nos ayuda a encontrar la goma en nuestra cartuchera sin mirar y nos da información de cuánta presión tenemos que hacer para agarrar un vaso con agua. 

Sistema Vestibular

El sentido del equilibrio nos dice la rapidez y la dirección en que nos movemos. Dentro del oído, hay unos órganos que detectan estos movimientos. Nos dicen si vamos hacia arriba, hacia abajo o en línea recta, y si movemos la cabeza de un lado a otro o la giramos. También notan movimientos pequeños y si estamos quietos. Así, nos ayudan a saber dónde estamos y a mantenernos en la postura erguida. 

Sistema Interoceptivo

La interocepción nos brinda información de nuestros sensores internos cercanos a los órganos como el estómago, los intestinos y la vejiga. Este sistema detecta las sensaciones internas de nuestro cuerpo. Por ejemplo, nos alerta cuando tenemos hambre o sed y nos da información sobre el estado de nuestra vejiga y nuestros intestinos.

Sistema Propioceptivo

Esta información asiste al cerebro en la construcción de un mapa detallado de la ubicación de todas las partes de nuestro cuerpo, permitiéndonos ajustar nuestra postura y movernos con agilidad y suavidad cuando es necesario. La mayor parte de la propiocepción se realiza de forma inconsciente, sin pensar en ello. No necesitamos observar constantemente la posición exacta de nuestros brazos y piernas para saber dónde están. Por ejemplo, una vez que has aprendido a andar en bicicleta, no es necesario mirar tus pies mientras pedaleas para avanzar.

Por consiguiente, este sistema nos proporciona datos acerca de la posición de nuestro cuerpo y su movimiento, lo que nos ayuda a llevar a cabo tareas tales como:

  • Mantener una postura adecuada, como sentarnos erguidos en lugar de encorvados.
  • Conocer la ubicación de nuestros pies mientras caminamos, para evitar tropezar.
  • Localizar nuestras manos y boca para alimentarnos sin derrames.
  • Percibir la ubicación de nuestras manos y brazos para poder atrapar una pelota.